domingo, 7 de mayo de 2017

MURILLO, DESDE LA MIRADA DE MARÍA JOSÉ GARCÍA-CASARRUBIOS



MURILLO, 1617-1682

Con su acostumbrada simpatía y algunas chispas de humor, María José ha venido esta tarde a nuestra sede del brazo de un personaje tan espléndido como su obra y una vida bastante interesante. Hoy nos habló de:

Bartolomé Esteban Murillo nació en 1617 en el seno de una familia de catorce hermanos, de los que él fue el benjamín. Quedó huérfano de padre a los nueve años y perdió a su madre apenas seis meses después. Una de sus hermanas mayores, Ana, se hizo cargo de él y le permitió frecuentar el taller de un pariente pintor, Juan del Castillo. Se casó con Beatriz Cabrera con la que tuvo 9 hijos.


Adquirió fama personal tras pintar una serie de lienzos destinados al claustro de San Francisco el Grande en 1645. Después de pintar dos grandes lienzos para la catedral de Sevilla, empezó a especializarse en los dos temas iconográficos que mejor caracterizan su personalidad artística: la Virgen con el Niño y la Inmaculada Concepción, de los que realizó multitud de versiones. Sus vírgenes son siempre mujeres jóvenes y dulces, inspiradas seguramente en sevillanas conocidas del artista.


Murillo pintó a la gente humilde, la más miserable de Sevilla, la clase más desfavorecida debido a la subida de impuestos por la falta de dinero en las arcas españolas. Su obra no es estática, como la de Zurbarán, si no que acerca su pintura a estas gentes que, además de consuelo, necesitaba mejorar su vida. El pintor creó santos parecidos a ellos a los que se acercaban para rogar.





Con algunas de sus obras vamos a descubrir cómo, con el paso de los años, Murillo pasó de ser un pintor influenciado por el Barroco y alguno de sus representantes, como Zurbarán, a un artista único y excepcional que supo plasmar en sus "vírgenes" la belleza de la mujer andaluza como ningún otro.




San Diego
En esta obra hay claras influencias del Barroco, oscuro y lúgubre. San Diego es un santo de los llamados "limosneros" a los que el pueblo se solía encomendar y el artista lo creó identificándolo con su mismo aspecto.


Fray Junípero

Siguen las reminiscencias barrocas pero como novedad vemos que aparecen las edificaciones por primera vez en las obras del pintor.



Tal vez el Murillo más conocido por el público sea el de las Inmaculadas, pero hay otro Murillo, el de los niños de la calle, el de los pilluelos harapientos y piojosos que se reparten un melón robado, juegan a los dados o comparten almuerzo en aquella Sevilla que se hundía en la miseria, abrumada por los impuestos y la pujante rivalidad de Cádiz, tras la peste del 49.


El joven mendigo
Nos muestra el abandono, la tristeza y la miseria en la que vivían la mayoría de los niños. El foco de luz nos dirige la mirada hacia la acción de quitarse las pulgas que lleva a cabo el protagonista de esta obra



Niño con perro

En puro contraste con el anterior, este niño es un canto a la felicidad y la alegría. Los claroscuros inciden directamente en el rostro y las manos. 






Niños comiendo
Seguimos observando la influencia de Zurbarán, con esos blancos puros a los que  nuestra vista se dirige como si la guiase un haz de luz.



La cocina del infierno
San Francisco observado por el clero en su meditación, levitando, mientras en la cocina ángeles y querubines preparan la comida.



Huida a Egipto
Vemos aquí cómo Murillo le da a San José reconocimiento como persona, no como estampa. Sigue el efecto de la luz sobre el blanco, contrastando con la placidez de la Virgen y del Niño frente a la de preocupación de San José




La Sagrada Familia
Mirar este cuadro nos provoca gran ternura. Aúna la religiosidad con lo profano ya que nos muestra a una familia fácilmente identificable con alguna del pueblo. Destaca la belleza de la cara en la Virgen.



Virgen del Rosario
Algo inédito hasta ahora es ver una imagen de la Virgen tan juvenil. Es innovadora en representar al Niño abrazando a su madre y el rosario abrazando a ambos. Incluso en los ropajes comienza a crear variaciones de los cánones que dictó Pacheco (suegro de Velázquez) tras el Concilio de Trento.




Se considera a San Antonio como la estrella de la benevolencia que cautiva el corazón con la excelencia de sus prerrogativas y amando la bondad. Destaca en este cuadro el rompimiento de gloria y la calidez de la espera al Niño.



Dolorosa
Murillo nos muestra a la Virgen en una actitud implorante, aunque su postura nos recuerda facilmente a la de La Piedad a pesar de que falte Cristo en sus brazos. Es una imagen visiblemente afligida por la soledad.



Santa Justa
Santa Justa, junto con su hermana Santa Rufina, ambas mártires, son consideradas las patronas de Sevilla. Eran alfareras y formaban parte de la comunidad cristiana clandestina. Martirizadas al negarse a colaborar con el ídolo local Salambó, razón por la cual Murillo las pinta portando cacharros de barro y la palma, símbolo del martirio. 
Destaca esta pintura por la luz en la cara y en el blanco, por sus manos estilizadas y el fino y bello perfil que pudiera representar a una joven sevillana, secularizando la figura por su belleza y sensualidad.



San Francisco abrazando a Cristo

Este cuadro forma parte de una serie de pinturas encargadas a Murillo por la Orden de los Capuchinos para su convento en Sevilla.
La composición simboliza el momento en que San Francisco decide renunciar a sus bienes materiales para abrazar la vida religiosa, gesto que indica el pie del santo sobre el globo. También nos llama la atención la timidez en el gesto de San Francisco y la ternura con la que Cristo lo atrae hacia Él.




Inmaculada Concepción de los Venerables
Clara expresión de arrobamiento en el bello rostro de esta Inmaculada. A pesar de estar pintada siguiendo los cánones dictados por Pacheco ya comienza a perder los rasgos del tenebrismo típicos del Barroco. Algo que la diferencia de otras imágenes de este tipo es la ausencia de letanías portadas por los ángeles y querubines.
La pintura fue encargada por Justino de Neve para el Hospital de los Venerables de Sevilla 




Las gallegas
No se sabe con total seguridad pero estas dos mujeres bien podrían ser dos meretrices a las que Murillo envuelve en un halo de pureza para no "pecar" en una sociedad religiosa y adoradora de santos. Hay quienes ven en ellas una copia de "La gitanilla" de Frans Hals




Anécdotas

-SOULT

Durante la Guerra de la Independencia, el Mariscal Soult llegó a España junto a Napoleón para hacer frente a la sublevación popular y, sobre todo, para perseguir a los británicos en su huida hacia La Coruña. Sin embargo este personaje (el apelativo que merece no sería correcto transcribirlo aquí) será, desgraciadamente, uno de los más vinculados a la historia de Sevilla por ser el autor del expolio masivo de las obras de Murillo, robándolas para Francia. 


Mariscal Soult
http://viajeroincidental.blogspot.com.es/2010/02/el-mariscal-soult-y-su-amor-por-sevilla.html

http://www.diariodesevilla.es/ocio/expolio-mariscal-Soult-Sevilla-perdio_0_1126087528.html




-PÉTAIN

Ante el temor de que España pudiese invadir Francia durante la II Guerra Mundial, Pétain ideó una estrategia para "tener" a Franco de su lado: Devolver la Inmaculada de Murillo que antaño expoliara Soult


Franco y el mariscal Pétain en una fotografía de 1942


http://www.periodistadigital.com/religion/arte/2011/12/08/la-inmaculada-de-murillo-que-robo-napoleon-y-devolvio-petain-iglesia-religion-arte-cuadro-virgen-franco-petain.shtml

http://www.elmundo.es/andalucia/2015/05/03/5544f9b722601d96598b457c.html




Texto: Pilar R. de los Santos






No hay comentarios:

Publicar un comentario