miércoles, 23 de enero de 2019

RUBEUS, por María José García - Casarrubios Alberca.

Fotografía Pilar R. de los Santos, procesado de imagen Conchi Angora.



Bartolomé de Cárdenas, alias el Bermejo. Nació en Córdoba hacia 1440-45 y murió hacia 1501, posiblemente en Barcelona. Rebelde e indómito, era judeoconverso. Sobre el origen de su sobrenombre (aparece escrito de muchas maneras: Bermejo, Bermello, Vermeio, Rubeus...) hay varias teorías. La más plausible es que el pintor tuviera el pelo rojizo. Su esposa, Gracia de Palaciano, una rica viuda, fue condenada por la Inquisición aragonesa, acusada de prácticas judaizantes.

Destaca este genial artista, por su ilusionismo pictórico, sus trampantojos, sus juegos visuales, que logró gracias a su virtuosismo y destreza, a su dominio de la técnica al óleo, a la originalidad de sus iconografías, a sus complejas composiciones. Fueron muchas las innovaciones de las que Bermejo hizo gala en sus cuadros, como los brillos y reflejos luminosos sobre metales, piedras preciosas o mármoles (en el «San Miguel» de la National Gallery londinense vemos las torres de Jerusalén reflejadas en el peto de su armadura) o las transparencias en gasas y tules que desvelan los genitales de Adán y Eva y hasta del mismísimo Cristo en su «Descenso al Limbo» . Sorprende tal osadía, con la Inquisición pegada al cogote de los artistas.






Pero, por encima de todo, destaca su sofisticada gama cromática: una soberbia paleta de rojos, verdes, violetas y dorados. Fue tal el éxito que en algunos encargos le obligaban por contrato a usar esos colores. Su truco, aplicar lacas y transparencias, lo que aumentaba la sensación de profundidad y brillantez del color. El resultado, un impresionante espectáculo visual.
«Descenso de Cristo al Limbo», de Bartolomé Bermejo.

Bermejo fue un artista nómada que pasó por Daroca, Barcelona, Zaragoza, Valencia...
"San Miguel triunfante sobre el demonio con Antoni Joan", de Bartolomé Bermejo

Esta tabla de San Miguel es sin duda alguna, una de las obras pragmáticas y espectaculares del catálogo de Bartolomé Bermejo, fue encargada por Tous, un noble mercader y ocasional pirata que algunas veces asaltó navíos en las costas levantinas.
Los reflejos de la preciosa armadura dorada y la intensidad cromática de la capa y el peto. Señalar también la imaginativa y fantástica representación del demonio, una de sus figuras más sub -realistas de Bermejo. La elegante figura de Antoni Joan Tous, vestido con una elegantísima capa florentina de seda que está al lado del cartulino donde Bermejo firmo ogullósamente la obra como Bartolomeu Rubeus.
Al margen de la brillante composición, a nivel cromático y a nivel de estructura pictórica, destaca por la presencia de elementos que no son realistas, como las piedras preciosas o perlas en las zonas de los escarpines y en los brazos de San Miguel, señalan unas posibles conexiones con modelos de la orferería en representación de otros personajes en sus obras. San Miguel es una  amplia figura representada en la   pintura gótica, abogado por excelencia para la salvación eterna, aquí parece estar representado también los ideales caballerescos a lo que podría ser el crepúsculo de la caballería medieval, y no sólo a expiar las culpas de Tous..

«Tríptico de la virgen de Montserrat», de Bartolomé Bermejo y taller de los Osona

Al lado del impresionante cuadro vemos su reflectografía. El dibujo subyacente que hizo a pincel desvela que el artista «hizo incisiones sobre la preparación blanca antes de aplicar el color», que esta composición compleja es rica en detalles y que Bermejo hizo pocas correcciones.
Esta joya fue encargada por el barcelonés Lluís Desplà, eclesiástico de gran cultura, que aparece retratado a la derecha de la tabla. A la izquierda, un San Jerónimo que evoca el carácter humanista de Desplà. Al fondo, un paisaje expresionista, con un precioso amanecer en Jerusalén y diluvio incluido, en el que despliega un increíble catálogo con más de 70 especies de plantas e insectos. En el marco hay una inscripción con datos del artista y el comitente del cuadro, que fue pintado en 1490. 

Pese a haber sido toda una estrella en el siglo XV, Bermejo cayó en el olvido un siglo después. Sus pinturas acabaron arrumbadas en sacristías y desvanes. Otras se destruyeron o se perdieron. No se recuperó hasta principios del siglo XX, gracias a nombres como el historiador valenciano Elías Tormo, que hizo su primera monografía en 1926




Gracias una vez más a María José, por acercarnos la historia del arte a nuestra aula.


Resumen realizado por C.G.A

No hay comentarios:

Publicar un comentario