Clara Rámirez Gómez
Título.- ¿QUÉ PASARÍA... SIN LOS LIBROS?
Madrid.
¿Qué
pasaría sin ...
los
libros?
Daniel
era un chico muy vago. Siempre prefería jugar al fútbol o a la play
antes que
hacer
los deberes o leer un libro. Un día, aburrido de hacer deberes,
Daniel decidió ir a
la
tienda de la señora loca del bajo C, Barbaret.
Una
vez en la tienda, Daniel cotilleó por pasillos, estantes y vitrinas.
Vio libros, joyas
juegos...De
improviso, Daniel paró de golpe. Tornó la cabeza hacia una vitrina
y fijó la
vista
en una pieza que (según el cartel) era única.
-
¡Hey, Daniel! ¿Qué miras? ¿Te ha gustado mi pieza única de una
malaquita azul en
bruto?
-
Si, eso parece, Barbaret.
-Oye,
chico. Si quieres te la puedes quedar.
-
¿De veras?
-
Cógela. Tengo que irme, los espíritus me llaman...
Daniel
no sabía si hacerle caso a una loca, pero, antes de darse cuenta,
tenía la piedra
preciosa
entre las manos.
Se
dispuso a salir de la tienda, pero, repentinamente se detuvo. Había
percibido unas
chispas
saliendo de la piedra preciosa. La miró con más atención. Más
chispas salieron
de
la piedra, pero enseguida dejaron de salir.
Daniel,
algo extrañado por esto último, continuó andando hasta que llegó
a la puerta
de
su casa. Iba a abrir con las llaves que le había robado a su madre,
cuando sintió una
descarga.
Inmediatamente soltó la malaquita. Le sorprendió mucho aquello.
Cogió la
gema,
abrió la puerta de su casa y avanzó hacia su habitación, sin hacer
el menor ruido.
1
Al
llegar a su cuarto, cerró la puerta con pestillo y se sentó la
cama, cogiendo su
lupa.
Ahí investigó detenidamente la piedra preciosa. No encontró nada
fuera de lo
normal
con respecto a otras gemas que había investigado en el colegio.
De
pronto, llamaron a la puerta. Era su madre.
-
Daniel, ¿has hecho ya los deberes?
-
Emm... Estoy en ello...
Rápidamente,
guardó la malaquita bajo la almohada y se puso a hacer los deberes.
Al
cabo de diez minutos, estaba harto.
-
¡Ag! ¡Qué pesadilla! Ojala no existiesen los libros, así no
tendría que copiar este maldito
capítulo.
Un
resplandor surgió de debajo de la almohada. Daniel se acercó
lentamente, levantó
la
almohada y ahí estaba la malaquita, tal y como la había dejado.
Al
cabo de una hora, Daniel estaba cenado en su habitación terminando
los
deberes
a regañadientes. Al terminar los deberes se fue a la cama.
A
la mañana siguiente Daniel revisó su mochila para ver si había
terminado todos
los
deberes y se encontró con una sorpresa. Resultaba, que sus libros
¡no estaban!
Miró
su estantería , y sus comics ¡habían desaparecido! Fue a la cocina
a preguntarle
a
su madre si ella había cogido sus libros.
-
¡Qué tonterías dices, Daniel! ¿Libros? ¿Qué es eso?
-
¡Mama! Esa cosa que no me gusta nada, con hojas, letras, tapa, lomo
y... lo demás.
-
Déjate de bromas y vístete, no vaya a ser que te pierdas la
excursión con el tío.
-
¿Excursión con el tío? Pero... ¿y el colegio? ¡Hpy ibamos a
diseccionar una rana!
-
¿Qué dices hijo? Anda vístete ya.
2
Daniel
no tuvo más remedio que irse a su habitación a vestirse con ropa de
calle.
Al
dejar el pijama bajo su almohada se dio cuenta de que la malaquita
había
cambiado,
ahora era verde, No lo entiendo. De súbito, se le ocurrió una idea:
ir a
preguntarle
a Barbaret. Cogio la malaquita, ahora verde, y bajó a la tienda de
Barbaret.
Al
llegar corrió a preguntarle a Barbaret sobre qué hacer para que los
libros volvieran.
-
La malaquita es mágica, puedes pedirle un único deseo y al día
siguiente se cumplirá sin
ninguna
duda.- Explicó Brbaret- La forma de devolver todo a la realidad en
caso de que
te
hayas equivocado de deseo es regalarle la gema a una persona
cualquiera,
aproximadamente
de tu misma edad. Esa niña de ahí fuera parece perfecta para
regalarle
la
malaquita.
Daniel
se dio la vuelta y vio a una niña de pelo negro y ojos azules, más
o menos de
su
edad. Sin pensárselo dos veces, fue corriendo a ella.
-
Emm... Tú, ¿te apetece tener una gema tan guay como esta?
-
Pues...si, claro, es bonita.
La
niña cogió la piedra preciosa. Daniel sintió un cosquilleo y
sonrió.
-
Bueno, pues... adios... emm...
-
Elena.
-
Adios, Elena.
Daniel,
ansioso, se fue corriendo a su casa. Cuando iba a entrar a su
habitación su
madre
le vio y le mandó ir a vestirse rápidamente con la ropa del
colegio.
Daniel
entendió de inmediato que eso significaba que ¡los libros habían
vuelto!
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