Decididas a que las bajas temperaturas no nos estropearan la
excursión y con el mismo frío que entusiasmo por descubrir o redescubrir
tierras próximas y manchegas nos encaminamos hacia Villanueva de los Infantes
desde Campo de Criptana.
Era un buen grupo de mujeres de la Asociación Antares
acompañadas de amigas y algunos varones que tampoco se quisieron perder la
excursión. Fue el pasado 7 de febrero.
A las 9 y muy puntuales Arteaga arrancó el autobús rumbo a
Infantes y dispuesto a recorrer los casi 100 km que separan a los dos pueblos
manchegos. Allí nos esperaba su amplia y sobria plaza con un buen café que se
agradeció. Poco más tarde de las 11 ya estábamos de ruta turística guiados por
Damián Solís que ejerció de buen maestro de historia e historietas y nos llevó
entre calles, conventos, iglesias y museos. Un recorrido que buscaba siempre la
acera del sol, un calor que tanto agradecimos.
Villanueva de los Infantes fue antes de los Infantes que
Villanueva y de hecho aún ahora se sigue diciendo Infantes para referirse a esta
localidad. Cuna de Santo Tomás de Villanueva, agustino que además de santo
llegó a ser arzobispo de Valencia y un gran predicador con fama de persona
sobria y sencilla. Un gran cartel en la Iglesia de San Andrés nos recuerda que
este año se celebra el IV centenario de la canonización de este santo grande.
La lista de ilustres pasa por Francisco de Quevedo y
Villegas unido a la villa por ostentar el título de Señor de la Torre de
Juan Abad, próxima a Infantes. Su unión con la villa fue más estrecha en los
últimos años, de hecho fallecería en el Convento de los Dominicos y fue
enterrado en la Iglesia de San Andrés Apóstol, en el mausoleo de la familia
Bustos. Una historia de enterramientos y desenterramientos con espuelas de oro
por medio que llevaron los huesos del poeta por diferentes sepulturas para
terminar donde empezó, en la iglesia de Infantes en 2007. Nuestro guía nos
amenizó la visita con mil y una historias y anécdotas de este escritor siempre irónico
e ingenioso.
La ruta empezó en la Iglesia que preside la plaza, San
Andrés Apóstol, para seguir por la Alhóndiga, centro cultural y biblioteca
ahora; Casa de los Estudios que fue una pequeña universidad manchega en su
tiempo y la Casa de la Inquisición. Y todo ello entre casas nobles, ventanas y
balcones enrejados y escudos señoriales que suman más de 200 en la villa.
Pasamos ante la Casa Arco, la casa de Santo Tomás y la Casa del Caballero del
Verde Gabán que describe Cervantes en uno de los capítulos de la II parte del
Quijote. Por supuesto entramos en lo que fue el Convento de Santo Domingo donde
se muestra la habitación donde vivió sus últimos meses Francisco de Quevedo.
Tras nuestro recorrido la excursión tuvo una grata sorpresa,
el encuentro en la plaza con Agustín Garrido, párroco de Infantes y que en los años 80 fuera sacerdote en Campo de
Criptana donde cuenta con muchos amigos. Abrazos, recuerdos, charla y foto
antes de marchar a comer en el restaurante “La Pámpana”. Merecidas alubias y
sopa castellana y segundos sencillos que nos supieron a gloria. El postre fue
lo mejor, contamos con la compañía del mismísimo Don Quijote acompañado de
Sancho y su Dulcinea.
De nuevo en ruta y camino de Criptana José, nuestro Quijote,
nos sorprendió con micrófono en mano con esos bellos poemas a veces tan oídos y
a la vez tan olvidados.
Antes, parada en San Carlos del Valle o lo que es lo
mismo “el Vaticano manchego”. Y es que
nuestra Mancha no deja de sorprendernos y estamos dispuestas a seguir
dejándonos sorprender por nuestra tierra. Así que hasta la próxima.
¡Por cierto! ¿Os suena eso de calambur?
GALERÍA FOTOGRÁFICA
Texto: Laura Figueiredo
Fotografías: Manoli Sánchez y Carmen Casero
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