
¿Tolerar al intolerante?
Esta es casi la pregunta que prácticamente surgía al final
de la tertulia que un buen grupo de mujeres de Antares manteníamos el pasado
miércoles, 26 de noviembre. Un vídeo breve definía la tolerancia y describía
actitudes tolerantes ante la diferencia y ante el diferente.
Laura fue la moderadora en una tertulia muy participativa y
que partía del hecho de reconocernos personas tolerantes. Poco a poco entre
todas fuimos, con ejemplos y experiencias, concretando un valor que implica
ceder y respetar sin que ello exija bandonar nuestras opiniones y principios.
La tolerancia se define como la actitud de respeto a
opiniones, ideas y prácticas de los demás cuando son diferentes a las propias.
Entre todas fuimos viendo que hablar de tolerancia es hablar de la convivencia
diaria en la familia, el trabajo, la compra, los vecinos, la conducción… Son lo
que llamamos en el encuentro, microtolerancias, al margen de las
macrotolerancias que hablan de convivencia con culturas diferentes, razas,
religiones… sobre todo en el ámbito de la inmigración y que afecta a la convivencia
de toda una sociedad.
Había quien veía las cosas mucho más fáciles: hay que saber
pedir las cosas, argumentar y convencer con una sonrisa en la cara. Si tolerar
determinadas cosas es complicado ya hacerlo con una sonrisa se hace muy cuesta
arriba.
La tolerancia implica muchas veces “aguantarse” ¿es eso
tolerancia? Las respuestas fueron diferentes. Todas coincidimos en que muchas
veces por no hablar, no tener líos… nos callamos y toleramos cosas que no deben
tolerarse. Comprendimos lel principio que dice que “tolerar lo intolerante
puede destruir la tolerancia y por tanto al tolerante” Una especie de
autodestrucción. Con tanta tolerancia descubrimos que el mundo es de los
intolerantes.
Es feo decirlo, pero daba la sensación de que la conclusión del
debate sobre la tolerancia es que hay que ser menos tolerantes. Al menos a
veces.
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